Todo trabajo realizado artesanalmente tiene una historia y la de esta tarta es una historia de prisas e improvisación.
Ser o no ser, para al final ser. Y es que cuando te llaman a las once y media de la mañana para pedirte una tarta que recogerán a las cuatro la cabeza se bloquea y sopesas en segundos todas las alternativas y, esta vez, sin escuchar a la razón, dije que sí. Vosotros juzgaréis si hice bien o no.
Hice la mezcla para un bizcocho de yogur y la puse en dos moldes para que la cocción fuera más rápida. Una vez fríos los corté por la mitad y los rellené de dulce de leche y ganache de chocolate blanco y cubrí todo con el ganache que sobró.
Y mientras, fui haciendo las rosas y los demás elementos que servirían de decoración.
Por darle un toque diferente texturicé la pasta de azúcar con un mantelito de ganchillo.
Para darle un toque de color hice glasé real y lo teñí de color morado, aunque en la foto no se aprecia bien, parece azul oscuro.
No parece improvisada, la combinación del blanco en contraste con el negro ha quedado muy llamativa y fina, parece un sombrero-tocado de Chanel. Son obras de arte efímero, ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras. Me hacen sentir aliviada, reconfortada y orgullosa
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