Una de las tartas que más me gustan es la de queso, pero no la hago nunca porque me la tendría que comer yo entera, ¡qué desgracia...jeje! Os aseguro que podría perfectamente, y eso que ésta tarta es grande.
Y es que está taaaaaan rica. No entiendo como a nadie de mi familia le gusta, solo chocolate, chocolate y más chocolate :(
Esta me la pidió Marcos para el cumpleaños de Javi, mi profe de pilates. En un principio quería cubrirla con mermelada de arándanos, pero al comentárselo me dijo que ni hablar, que dulce de leche, mucho dulce de leche jaja
Ingredientes para un molde de 26 cm
Un paquete de galletas maría
100 g de mantequilla fundida
250 g de queso mascarpone a temperatura ambiente
500 g de queso crema a temperatura ambiente
200 g de azúcar + un par de cucharadas para la nata montada
200 g de nata para montar
3 huevos
Un yogur natural (con unas gotas de limón)
1 cucharada de extracto de vainilla
30 g de harina
Elaboración
Se enciende el horno a 170 grados
Se trituran las galletas, se le añade la mantequilla fundida y se mezcla, y con esta pasta se forra un molde desmoldable presionando con las manos o ayudándote de la parte baja de un vaso para que quede bien sellado. El molde así se mete en el horno 10 minutos, se saca y se deja enfriar.
Por otra parte se ponen en un bol los quesos con el azúcar y la vainilla y se mezcla con una cuchara de madera, después se van añadiendo uno a uno los huevos mezclando suavemente y por último se ponen el yogur natural (al que previamente le habremos puesto unas gotas de zumo de limón) y la harina tamizada.
Se bate la nata, que estará muy fría, con el azúcar y se incorpora a la mezcla anterior con movimientos suaves para que no se baje. Esta crema se vuelca en el molde que teníamos preparado con las galletas.
Se pone un dedo de agua en la bandeja del horno y se mete el molde. Estará dentro una hora y no se podrá abrir la puerta del horno. Llega un momento en que sube mucho y parece que se va a salir del molde, no os preocupéis es normal. Y también parecerá que el centro no se ha hecho, pero también es lo que tiene que ocurrir.
Pasada esa hora, la dejáis dentro del horno hasta que se enfríe totalmente, veréis como el volumen de la tarta baja, pero aún así queda alta, como veis en las fotos. Y después la sacáis del horno y la metéis en la nevera unas ocho horas, y ya estará perfecta para comerla y si queréis podéis ponerle mermelada o dulce de leche por encima.
Es una tarta riquísima que os recomiendo que probéis. Ya me contaréis.
Un beso y hasta la próxima.